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El término de mapa, equivalente en cierto sentido a diseño, plan, ideograma esquema o cuadro sintético o sinóptico, se ha impuesto en el ámbito de la pedagogía constructivista. Esta línea pedagógica que, por influencia de los psicólogos del aprendizaje de Harvard (Jerónimo Brunner, David Ausubel, D. Norman, J. Novak, entre otros) se extendido ampliamente por Europa y América exige uso prudente, claridad de objetivos y mucha capacidad crítica.
Los mapas conceptuales responden a la tendencia estructuralista para entender el pensamiento humano y al constructivismo pedagógico, como diseño básico del aprendizaje. Suponen que la mente consolida los conocimientos sólo si los organiza en forma de redes o esquemas orgánicos y no si se limita a retener datos aislados y frágiles. Pero lo "mapas conceptuales", que son estrictamente mentales, precisan de "mapas semánticos" o formas verbales y expresivas que permitan el apoyo de los sentidos.
El movimiento pedagógico del conceptualismo tiene también su importancia en los terrenos religiosos, por cuanto la fe se soporta en una cultura orgánica y no caótica y precisa de redes de conocimientos y datos humanos. Por eso el educador de la fe, en cuanto se apoya en una cultura de base humana, debe también fomentar la estructuración cultural apoyada en principios religiosos, dogmáticos y morales. Debe evitar anunciar el mensaje cristiano como un conjunto de datos o principios asimétricos y parciales y debe ayudar a explicar ordenadamente las creencias o las ideas.
Es evidente que para ello, el educador tiene que poseer una cultura religiosa bien trabajada y sistematizada, relacionando causas y efectos, principios y consecuencia, aspectos básicos y complementarios. Todo ello con orden y fundamentos sólidos. Y esto sólo se consigue con el tiempo y la reflexión.
Sólo así puede ayudar al educando a adquirir también él, mediante la reflexión y la maduración una explicación de la vida y de la fe que se profesa. Sin mapas conceptuales y esquemas mentales claros, se poseen datos, pero sólo se fomenta la erudición. La mente reclama más organización y profundidad.
La afición reciente por el uso de mapas conceptuales y semánticos no es una moda pedagógica, sino una necesidad expresiva que condiciona una mejor comprensión de los conocimientos y más fácil conservación de los mismos.
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